Biting Cold - Capítulo VI



CAPÍTULO SEIS

JUEGO DE ESPADAS

El mundo se quedó en silencio una vez más.

“¿A dónde fue?” Preguntó Todd. Su sombrero estaba sucio y arrugado, y su ropa estaba desgarrada y sucia. Había tenido una noche dura.

“No estoy segura.” Dije mirando alrededor, momentáneamente en pánico por no saber dónde se había metido Ethan. Se estaba levantando del suelo cerca del límite del bosque, un par de gnomos ayudándolo. Pero aún se estremecía por el dolor y sus pasos eran trabajosos.

“¿Te encuentras bien?”

“Me duele la cabeza,” dijo. “Y todavía estoy mareado”.

“¿Está cerca?”

Cerró los ojos y asintió.

“Entonces ¿están definitivamente conectados?”

Abrió los ojos otra vez. “Emocionalmente, creo. Siento su rabia, su estrés. Su adicción.” Me miró con una disculpa en los ojos. “Sus frustraciones.”

Me parecía que quería disculparse por agarrarme, pero podíamos tener esa conversación en otro momento. “Si todavía está aquí, ¿dónde está?”

“No fue a través de los árboles,” dijo Todd. “Por lo que no puede haber ido al silo.”

“¿Y Paige?” Preguntó Ethan. “¿Dónde está?”

“¿Y cómo pudo haberse perdido la pelea?” Pregunté en voz baja.

Pero la pregunta se contestó sola en cuanto la formulé. Cerré los ojos…y sentí el débil aroma a limón y a azúcar.

“¿Qué sucede, Centinela?”

“Tate está aquí.” Mi corazón se aceleró.

“¿Cómo lo sabes?”

“Tiene una esencia—limón y azúcar.” Me sentí estúpida sugiriéndolo—¿qué criatura supernatural olería a galletitas de azúcar?—pero no había forma de negar el aroma, o qué significaba.

A Ethan no le pareció extraño. “Si está aquí, y tú ya lo sabes, ¿por qué no lo sabe Paige?”

“Pienso que necesitamos regresar a la casa,” dije y comencé a correr con Ethan siguiéndome.

Explorando la propiedad nos habíamos alejado lo suficiente como para terminar del otro lado de la casa y el silo, y casi tropiezo atravesando el terreno irregular que me era desconocido. Salté dos vallas con el corazón desbocado, antes de que la parte trasera de la casa apareciera en el horizonte. Corrí hasta llegar a la puerta principal, la cual estaba abierta, el suelo del vestíbulo estaba lleno de libros, los cuales estaban abiertos con sus páginas revoloteando suavemente por la brisa.

Ethan se detuvo detrás de mí y maldijo en voz baja.

“¿Paige?” grité, avanzando con cuidado por el pasillo. La sala de estar estaba vacía y oscura, al igual que la cocina. Seguí caminando, luego eché un vistazo a la habitación que supuse era el dormitorio principal. Estaba vacío, la cama pulcramente hecha, las luces apagadas. “¡Paige!” Grité de nuevo, pero la casa estaba en silencio, y no había ni siquiera una pizca de magia en el aire. Nada más que la persistente y empalagosa esencia a limón y azúcar.

“No está aquí,” dije.

“Supongo que no necesitamos preguntarnos a dónde ha ido,” respondió.

Yo tampoco lo creía. “El silo,” dije. “Ellos quieren el Maleficio, y allí es donde está.” Y temía que esa no fuera la peor parte. Malloy había desaparecido justo antes de que captarla el olor característico de Tate en el viento—pero ella no estaba cerca del silo o del Maleficio. Y habíamos estado tan ocupados encargándonos e ella que no habíamos tenido tiempo de pensar en Paige o en Tate…o en la entrada del silo.

¿Podían Mallory y Tate haber estado trabajando juntos?

Miré a Ethan. “Creo que Mallory podría haber sido una distracción.

“¿Una distracción?”

“Ambos, Tate y Mallory quieren el libro. Mallory sabe que está en el silo, y una pequeña búsqueda en Internet le puede haber mostrado dónde está la puerta del silo. Si encontrarla era tan fácil, ¿por qué apareció tan lejos de ella?”

“Era una distracción,” dijo Ethan. “Ella estaba allí para mantenernos lejos mientras Tate encontraba a Paige y la obligaba a mostrarles dónde estaba el libro en el silo. Pero ¿por qué trabajarían juntos Tate y Mallory? ¿Cómo se encontraron el uno al otro si quiera?”

“No lo sé,” dije. “Pero, ¿por qué no trabajar juntos? Mallory quiere el libro, ambos quieren liberar el mal, y hay más de nosotros que de ellos. Ambos tienen magia, pero también la tiene Paige, y no podrían haber sabido qué tipo de seguridad los estaría esperando.”

Volví a la puerta y miré para afuera, pero no había otro signo de que algo anduviera mal. La granja lucía como una granja en el borde del invierno, esperando que la nieve cayera y que se fuera para poder plantar semillas otra vez.

“¿Al silo?” preguntó.

Asentí. “Vamos.”

Caminamos en silencio al campo en el que se encontraba el silo del misil, con los ojos abiertos en busca de cualquier rastro suyo. Al acercarnos, el aroma se volvió más fuerte, como si una fábrica de galletitas hubiera abierto en la carretera.

La caja de hormigón lucía igual a como lo había hecho cuando la dejamos. La puerta estaba cerrada, y no había luces supernaturales o sonidos que sugirieran que Tate y Mallory estuvieran arrojando mal al aire.

La esperanza floreció; tal vez no llegábamos demasiado tarde.

“Están aquí.”

Nos volteamos y encontramos a Todd detrás de nosotros, un nuevo parche de color carmesí en su hombro.

“¿Te encuentras bien?”

“Curará,” dijo. “Ellos entraron. Me lanzaron una esfera que me golpeó en el hombro.”

“¿Paige?” Pregunté.

“Paige, la otra bruja y el oscuro.”

Tate, con su cabeza de cabello negro debía ser el oscuro.

“Mientras luchábamos con Mallory,” dijo Ethan, “Tate fue en busca de Paige y esperó a que Mallory acabara con nosotros.”

Tal vez Paige había estado en lo cierto. Con cada paso que tomaba, Mallory se estaba deslizando más cerca de la amistad en el tiempo pasado.

“Gracias por tu diligencia,” le dije a Todd. “Y gracias por tu ayuda antes.”

Asintió. “Hemos tenido suficiente de esta batalla por ahora. Iremos bajo tierra. Nos reagruparemos. Así es como funcionamos.”

Cuando levantó la vista, lucía muy enojado. “Terminen con esto esta noche.”

“Eso es lo que pretendemos,” prometió Ethan extendiendo una mano. “Me disculpo de nuevo por mi comportamiento más temprano. Mis comentarios eran ingenuos y equivocados. Estamos mejor por haberte conocido, y nos honra haber compartido contigo el campo de batalla.”

Todd dudó por un momento, luego tomó la mano de Ethan. “Buena suerte,” dijo, luego desapareció a través del campo. La noche se quedó en silencio, las estrellas apresurándose por encima de nuestras cabezas.

“Me sentiría mucho mejor si bajaran con nosotros,” dije.

Le llevó tanto tiempo a Ethan contestar que me volteé a mirarlo.

Sus ojos estaban cerrados, su frente fruncida.

Puse una mano en su mano. “¿Dónde está?”

“Cerca,” dijo, frotando sus sienes. “Puedo sentir su desgaste. Pero esto es diferente a lo de más temprano.”

“Probablemente se está preparando para usar magia negra otra vez—el verdadero asunto. ¿Estarás bien?”

“Sí. Terminemos con esto.”

El chasquido en su voz me convenció de no forzar el asunto. Era un chico grande. Si quería mi ayuda la pediría.

Con cuidado, con las espadas desenvainadas, abrimos la puerta del silo. Estaba oscuro, incluso en comparación a la negra noche, y mis ojos no se terminaron de acostumbrar. Caminé hacia delante con cuidado.

Pero no con el suficiente cuidado.

“¡Para!” gritó Ethan, envolviendo un brazo a mi alrededor antes de que saltara en la oscuridad de abajo.

El ascensor ya no estaba.

Ethan me tiró hacia atrás justo cuando el impulso debería haberme lanzado sobre el borde. Una caída descontrolada hacia las profundidades no habría terminado con comodidad.

“Jesús,” dijo Ethan apartándome del borde, sus manos temblando por los nervios.

“Supongo que se llevaron el ascensor,” dije mirando hacia abajo. “¿Cómo bajaremos?”

“Son diez metros,” dijo Ethan. “Puedo saltar, pero tú no tienes experiencia.”

“Eso no es completamente cierto.”

Ethan volteó lentamente.

“Cuando no estabas, aprendí a saltar. Bueno, aprendí a caer. Jonah me enseñó.”

“Ah,” fue todo lo que dijo Ethan. Pero me miró durante un momento, una expresión de leve curiosidad en su rostro.

“Él me ayudó mientras estuviste…ausente,” expliqué, no es que me la hubiera pedido pero de todas formas…

“No estoy celoso, Centinela.”

“Bien.”

“No tengo necesidad de estarlo.”

Su bravuconería me causó gracia y me excitó. Este era Ethan en el carril rápido abrazando las curvas en vez de apretar constantemente los frenos políticos.

“De regreso al punto,” recomendé. “El que vaya primero ¿podría enviar la plataforma de regreso?”

“Demasiado ruidoso. Tendremos que ser silenciosos una vez que estemos allá abajo. Probablemente ya saben que estamos en camino, pero no tiene sentido anunciarlo.” Me miró. “¿Estás segura de que puedes hacerlo?”

Negaría que este salto, al igual que todos los otros, me asustaba, pero no creía que necesitaba escuchar eso ahora, y mi miedo definitivamente no era una buena razón para no hacerlo. Si evitara todo a lo que le temía, nunca saldría de la Casa.

“Yo iré primero,” dijo, y antes de que pudiera estar de acuerdo desapareció, dejando un whoosh de aire en su estela. Dos segundos después, oí sus pies golpear el suelo.

Mis ojos se acostumbraron finalmente a la oscuridad, y miré sobre el borde. Ethan hizo el gesto de pulgares levantados. Cuando hubo despejado el camino, reenvainé la espada, respiré profundamente y avancé un paso.

La peor parte de saltar como un vampiro—y la única parte mala—era el primer paso. Era tan desagradable para los vampiros como lo era para los humanos—la enfermiza sacudida del estómago, la repentina sensación de caída, y el miedo a no sobrevivir al salto.

Pero luego todo cambiaba.

El mundo ralentizaba como si quisiera estar al ritmo de uno. Decenas de metros se convertían en un único paso grácil, y mientras mantuvieras las rodillas suaves, el aterrizaje no suponía en absoluto un problema.

Aterricé en cuclillas al igual que una superheroína, con una pierna doblada y la otra extendida, una mano en el suelo y la otra en el mango de mi espada. Miré a Ethan a través del cerquillo.

Sus ojos brillaban intensamente con orgullo.
“Puedes hacerlo,” susurró.

Me puse de pie y acomodé el cinturón de la katana y la chaqueta. “¿Lo dudabas?”

“No tenía dudas,” dijo. “Sólo…un juicio reservado.”

Bufé pero lo dejé pasar. Si Dios quería, habría más que tiempo suficiente para hostigarlo más tarde.

Nos asomamos al pasillo que conducía lejos del eje del ascensor. Las luces estaban encendidas, y no había ni rastros de Tate, Mallory o Paige.

Miré a Ethan, alarmada. Estaba haciendo una mueca mientras luchaba contra lo que asumía era otro dolor de cabeza provocado por Mallory, pero al menos estaba de pie.

“¿Crees que Paige los condujo directamente hasta el libro?” Pregunté.

“Depende del estado en el que se encuentre. Y no lo sabremos hasta que la veamos.”

“¿Cuál es el plan?”

Ethan miró a su alrededor. “Si quieren el libro, tendrán que llegar al fondo del silo. Pero quiero echar un vistazo antes de atacarlos. Revisemos la sala de lanzamiento. Podremos comprobar el agujero y descubrir dónde se encuentran. De aquí en adelante iremos en silencio. ¿Recuerdas las señas?”

Asentí. Luc había enseñado a los guardias de la Casa Cadogan una serie de gestos con las manos que podíamos usar para comunicarnos entre nosotros en las misiones. Habían resultado ser útiles con anterioridad y seguro lo serían ahora, cuando estábamos tratando de escondernos de un exalcalde y una bruja quisquillosa. Asumiendo que todavía no sabían que estábamos aquí, lo cual parecía poco probable.

Con las espadas desenvainadas, avanzamos por el pasillo. Ethan bordeó el lado derecho, y yo el izquierdo un poco por detrás de él. Nos detuvimos para escuchar ante cada puerta que pasábamos, tratando de detectar algún sonido, pero no había rastro de ellos, incluso con los sentidos vampíricos operando al cien por ciento.

Probablemente no ayudaba que el lugar estuviera hecho de concreto para protegerlo de ataques. No estaba segura de cómo afectaría eso a la liberación de un antiguo mal, pero tenía el presentimiento de que nos enteraríamos pronto.

Ya casi habíamos llegado hasta la gigante puerta corrediza de la sala el silo cuando vi una brillante gota carmesí en el suelo. La gotita era pequeña, pero el olor a sangre fresca era sin duda picante.

Me acuclillé y la limpié con un dedo, luego la olí con delicadeza. Era sangre definitivamente, picante con magia. No podía saber si de Mallory o de Paige, pero eso no era realmente importante. Una de nuestras hechiceras estaba herida.

Me puse de pie otra vez y me limpié las manos en los pantalones, luego hice un gesto en dirección a la puerta. Ethan señaló el pestillo, luego la puerta con la espada lista. Cuando asintió, tiré de ella.

La puerta se abrió y Ethan se deslizó dentro. Lo seguí. La habitación estaba vacía y casi en total oscuridad. Pero el silo brillaba desde abajo, en el lugar donde había estado ubicado el Maleficio.

Ethan me hizo un gesto hacia delante. Tragándome la ráfaga de miedo que me oprimía el pecho, me arrastré hasta el silo y eché un vistazo.

Por segunda vez en una cuestión de semanas, el Maleficio había desaparecido.

Pero el drama apenas empezaba. Repentinamente, el edificio se sacudió por una ola de magia que lo atravesó. Si ya no era demasiado tarde, lo sería en un minuto.

No desperdicié el tiempo.

“¡Merit!” gritó Ethan, pero yo ya estaba en el aire y de camino por el eje del misil. Aterricé de cuclillas en el pedestal en el que el Maleficio había descansado una vez.

Frente a mí, en una gran habitación circular, estaban los enemigos que buscaba. Mallory estaba encorvada sobre el Maleficio, el cual estaba abierto en el suelo. Tate estaba de pie entre Mallory y yo, y Paige yacía herida en el suelo a su lado, sangrienta e inconsciente. No llevaba ni su abrigo ni su gorra; Tate la habría timado o arrastrado fuera de la casa.

“Hola, Bailarina,” dijo Tate.

Esta noche llevaba un traje negro sobre una camisa y corbata oscura. La muerte en un hermoso envoltorio, excepto que él también lucía exhausto—demacrado y desgastado—no mucho mejor que Mallory.

Tal vez tampoco era inmune a los efectos de la magia negra.

“Supongo que se podría decir que me alegra que hayas sobrevivido al  viaje, aunque eso sonaría un poco hipócrita.”

Oí pisadas detrás de mí y supe que Ethan había aterrizado en el eje.

“Y él también lo hizo,” dijo Tate rotundamente. “Y en este caso sería completamente deshonesto.”

“Aléjense del libro,” les dije agachándome un poco, preparada para la acción.

“Sabes que no lo haré.”

Otro pulso de magia iluminó la habitación, el libro era obviamente su punto de origen. El suelo y las paredes se sacudieron.

Tendría que estar maldita si muriera aplastada debajo del acero y el concreto del silo de un misil de cuarenta años en Nebraska.

“Ethan,” dije, “Voy por abajo.”

“Entonces yo voy por arriba,” dijo avanzando con la espada extendida.

Retrocedí, luego corrí a toda velocidad hacia Tate. Sus ojos se agrandaron, pero Ethan lo distrajo con un golpe de su espada.

Caí de rodillas y dejé que el impulso me empujara a través del pulido suelo de concreto hasta el lugar donde se encontraba Mallory al otro lado de la habitación.

Me puse de pie nuevamente, dejando que Ethan se encargara de Tate, y la señalé con la espada.

“Esta es la última vez que te diré esto, bruja. ¡Retrocede!”

Levantó la vista del Maleficio, sus dedos estaban ensangrentados y se cernían sobre el texto, no había nada más que dolor en sus ojos. Podría haber sido capaz de enfrentar su rabia, temor o cansancio hablando con ella pero el dolor era su propio demonio y no creía que hablar causara algún efecto.

Oí el chasquido de carne y hueso y me volví para mirar a Ethan, quien había optado por el método antiguo y había golpeado a Tate con un gancho derecho en la mandíbula, probablemente como agradecimiento por el daño que le provocó a su Mercedes.

Pero esta vez, Tate sabía que el golpe vendría, y fue lo suficientemente rápido para evitarlo. Había extendido una mano para atrapar el puño de Ethan, y lo mantuvo allí por un momento. Los ojos de Ethan eran salvajes.

“Hubiera pensado que mis advertencias previas habrían tenido algún efecto”.

“Aprendo lento.”

“Supongo que la sabiduría no viene con la edad después de todo,” Con apenas un movimiento de la mano de Tate, Ethan voló a través de la habitación y aterrizó contra una columna de soporte de acero.

La columna se dobló y Ethan golpeó el suelo.

“¡Ethan!” Mi corazón se salteó un latido en la fracción de segundo antes de que él mirara Tate. La sangre corría por un lado de su rostro desde una herida en la cabeza, y le llevó mucho más tiempo que el usual ponerse de pie nuevamente, pero lo hizo.

Comencé a avanzar hacia él, pero sus ojos se agrandaron.

“¡Detrás de ti!” Gritó.

Miré hacia atrás. Mallory había creado una esfera de magia que brillaba en sus manos. La luz azulada se reflejaba de forma poco favorecedora en su rostro, como una linterna debajo de la barbilla de un niño. Y entonces, como si yo fuera una extraña, una amenaza en vez de una amiga de toda la vida—lanzó esa magia directamente hacia mí.

Mi primer impulso fue agacharme. Después de todo, había sido golpeada por una esfera o dos y las chispas de una decena más cuando no había sido lo suficientemente rápida en los entrenamientos. Supuse que esos contenían magia de bajo grado, pero dolían y dejaban feas quemaduras que desaparecían después de unos cuantos días, incluso con la sanación veloz de vampiro.

Honestamente, ese instinto se apoderó de mí rápidamente, y eludí y giré en torno a dos o tres esferas que se estrellaron contra las paredes detrás de mí.

Pero mientras me agachaba, también conjeturaba…

Catcher no me dejaba usar la espada durante los entrenamientos con magia. Había asumido que no quería arriesgarse a dañar mi antigua katana. Pero si el problema no era el daño a la espada—sino el daño a la esfera?

Por esa posibilidad, valía la pena experimentar. Y así, en vez de continuar evadiendo la magia de Mallory, decidí enfrentarla.

Agarré el mango de la espada con ambas manos y sostuve la espada frente a mí…como un murciélago.

En marcha, pensé para mis adentros.

Mallory lanzó por el aire una esfera al igual que un lanzador de las Grandes Ligas, su vuelo fue derecho y certero e iba dirigido a mi corazón. Moví los dedos por el mango…y cuando fue el momento justo, la balanceé.

En marcha.

La vibración de magia pura y acero mágico—acero que había templado con mi propia sangre vampírica todas esas lunas pasadas—casi me arranca el brazo. Pero mantuve el agarre firme alrededor del mango de cuero y piel de raya…y observé a la esfera hacerse añicos en un millón de chispas azules.

“Fuera,” murmuré, observando los fuegos artificiales hasta que las chispas se disiparon, luego deslicé la mirada de regreso a Mallory con una ceja arqueada en perfecta imitación de Ethan. “¿No tienes nada más?”

Pareció tomar el sarcasmo como un reto. Una esfera detrás de la otra voló en mi dirección, cada una más picante—más potente mágicamente—que la anterior. Trabajó con esfuerzo—con los dientes apretados y la frente húmeda del sudor a pesar del frío de noviembre.

Y ella también me hizo trabajar. Saqué a relucir todos los movimientos y manobrias que había practicado, había visto a Catcher y a Ethan ejecutar, o que había visto en el estadio Wringley. Golpeé hacia delante, atrás y por ambos lados. Salté hacia atrás para evitar una esfera azul pálido, luego me lancé al suelo para evitar un tiro dirigido a mi cabeza. Falló por más de lo que debería haber fallado. Mallory se estaba cansando.

Normalmente, habría sido lo suficientemente inteligente para pensar sus acciones, para planear un par de pasos por anticipado. Pero esta noche, si ya estaba cansada, tal vez podía engañarla una vez más.

Me puse de pie y doblé un dedo llamándola, como Ethan había hecho muchísimas veces conmigo. “¿Me quieres? Ven y atrápame.”

Mostró los dientes, luego comenzó a girar los dedos y formó otra esfera de magia.

Abrí los brazos. “¿Crees que puedes darme, bruja? ¿En el pecho?”

Acabó y lanzó su golpe.

Liberé todos los sentidos vampíricos—vista, audición, gusto, olfato. El mundo explotó en sensaciones, pero los eventos a mi alrededor parecieron ralentizarse. Observé la esfera de luz azul a pulgadas de mí; en cámara lenta, su superficie era un picado remolino de energía, que buscaba un lugar donde aterrizar, un hogar.

Era mi intención darle uno.
Antes de que pudiera volver a cargar o apartarse del camino, levanté la espada—no para destruir la esfera en mil pedazos…sino para reflejarla. Sostuve la katana directamente frente a mí, el lado afilado de costado, y el acero especular hacia Mallory.

La esfera golpeó la espada con la fuerza suficiente para sacudir el acero. Pero templado y afilado, cumplió su objetivo. El orbe rebotó y voló en dirección a Mallory. Más lento en su viaje de regreso, pero en la dirección correcta. La golpeó en el pecho y la envió volando a través de la habitación. Golpeó la pared y luego el suelo, con un ruido sordo que probablemente significaba que se había roto un par de costillas.

Al menos no podía lastimar a nadie más, o a sí misma por un rato. Un malo fuera de combate…ahora quedaba el otro.

Y el otro estaba comprometido en su propia batalla fiera. Tate, quien podía manipular un auto fuera de la carretera con magia, había querido aparentemente otro tipo de desafío. Había producido una espada, una espada de dos manos con complicados grabados que atrapaban la luz al moverla. Una katana estaba destinada a cortar; esta cosa parecía estar destinada a aporrear.

Ethan tenía su espada, y no se podía negar que era bueno blandiéndola. Pero Tate era un hombre con una agenda y no sería disuadido. La sonrisa en su rostro me recordaba a un gato jugando con un ratón antes de destrozarlo entre sus mandíbulas. Tate tenía toda la intención de terminar la pelea—y terminar con Ethan—pero antes quería jugar un poco con su comida. La chaqueta de Ethan ya tenía varios cortes.

“Ow.”

Miré al otro lado de la habitación. Paige se estaba sentando con una mano sobre su cabeza sangrante.

Me apresuré hasta donde estaba, esperando que pudiera encontrar un modo de detener todo esto, y me dejé caer de rodillas a su lado. “¿Te encuentras bien?”

“Me obligó a seguirlo, luego me hizo decirle donde se encontraba el libro”. Su boca temblaba, las lágrimas se asomaban por el borde de sus pestañas.

“Está bien. Todos sabíamos que esto iba a suceder. Él y Ethan están luchando. ¿Hay algo que puedas hacer? ¿Puedes noquear a Tate o algo?”

Sacudió la cabeza, las lágrimas corrían por sus mejillas y un feo moretón comenzaba a formarse en una de ellas. “Me hizo algo. No pude evitar que me trajera hasta aquí o que me hiciera decirle dónde estaba el libro.”

Sonaba como una violación mágica, un tipo de extorsión física usada por Tate para conseguir el libro. Como si necesitara otra razón para detestarlo.
Trozos de hormigón volaban sobre nuestras cabezas a medida que la espada de Tate cortaba pedazos de pared. Mallory estaba inconsciente, Tate estaba ocupado, y Paige herida. Si no podía usar su magia, tal vez podría al menos sacarla de la habitación para evitar que corriera más peligros—o para evitar que Tate la usara para nada más.

“¿Crees que puedes caminar?”

Se encogió de hombros. “No lo sé. Tal vez.”

Pasé un brazo debajo del suyo y la ayudé a ponerse de pie. Pero ese plan no duró mucho tiempo.

“¡Merit!” dijo Paige. “¡Mallory! ¡El libro!”

Miré hacia atrás. Mallory había despertado y estaba extendida sobre el suelo de la bóveda, con una mano sobre el libro, sus labios moviéndose al continuar con el hechizo.

Los sonidos de la pelea se detuvieron cuando Tate se volteó hacia el sonido de las antiguas palabras. Ethan se aprovechó de la distracción y clavó su katana hacia abajo.

El golpe debería haber cortado a Tate desde la garganta hasta el estómago, pero Tate levantó una mano y Ethan salió volando contra la pared otra vez.

El corazón casi se me detiene una vez más, pero Ethan gimió y rodó. Desafortunadamente, mi alivio fue eclipsado por la consternación por el poder de Tate y la violencia que podía generar casi sin esfuerzo.

¿Qué demonios era?

Sin inmutarse por la violencia a su alrededor, Mallory continuó con su canto. Las palabras que eran grotescas y rítmicas como el latín, tenían consonantes más graves y un tono que sonaba a ruso. Con Ethan sometido, Tate saltó una mesa y se acercó para agarrar el libro.

“¡Mallory, detente!” Grité , pero era demasiado tarde.  

Tate se estiró para alcanzar el libro, y en el momento que sus dedos hicieron contacto con su cubierta de cuero rojo, Mallory gritó un encantamiento. “¡Adnum malentium!”

Un ruido atronador atravesó el aire, la energía empujó hacia atrás a Mallory…pero no a Tate.

El Maleficio explotó en una ráfaga de brillante luz azul que se envolvió alrededor de la mano de Tate que estaba todavía en el libro y que avanzó por su brazo como una vid serpenteante. En cuestión de segundos estuvo envuelto en luz. Mallory había hecho algo, terminado algo, y el Maleficio estaba reaccionando.

La luz brilló a su alredor como un aura visible, y por un momento sonrió, como si hubiera logrado terminar parte de su plan.

Pero su júbilo no duró mucho. La luz a su alrededor comenzó a agitarse al igual que el contorno de su cuerpo. Se tambaleó y tembló dentro de la nube de luz, y su expresión se convirtió en una de dolor. Abrió la boca para gritar, pero ningún sonido escapó de la luz, sólo el latido sordo de la magia.

En cuestión de segundos, su vibrante forma comenzó a doblarse y extenderse, y luego su cuerpo comenzó a ensancharse. No creció de altura—se expandió horizontalmente mientras aullaba de disgusto.

El escudo de magia creció al igual que él, y tuve que correrme para evitar su borde.

De pronto, al igual que una cadena de ADN dividiéndose, el Tate doblemente ancho comenzó a escindirse en dos. La división comenzó en su cabeza, avanzándose y deteniéndose de modo no uniforme. Fuertes luces iluminaron la habitación como flashes estroboscópicos, y luego todo acabó.

Un audible “crack” de magia cruzó el lugar, y las luces del silo titilaron una, dos veces.

Cuando la habitación estuvo en calma una vez más, Seth Tate quedó de pie en el medio del lugar, sudando y hecho un desastre.

Y detrás de él había otro Seth Tate.

Le llevó unos segundos a mi mente el comenzar a funcionar de nuevo—e incluso entonces no conseguí hacerme a la idea de lo que había visto.

Seth Tate, el exalcalde de Chicago, se había convertido en dos Seth Tates.

Los Tates miraron sus manos y luego el uno al otro, y ambos sacaron pecho. Gritaron—era un sonido totalmente inhumano y atronador.

Golpee el hormigón con las rodillas, cubriendo mis oídos para protegerlos del sonido. Toda la estructura vibró, y podría jurar que el concreto y el acero se combaron debido a la energía.

Por un momento todo quedó en silencio.

Y entonces ambos salieron disparados por el eje del misil. Corrí hasta la abertura y los observé ascender—veinte, cuarenta, sesenta, ochenta metros—y luego las puertas de metal del compartimiento de misiles se abrieron bruscamente, provocando una lluvia de mugre, raíces y tallos de maíz. Los Tates desaparecieron a través de la abertura y en la noche, misiles supernaturales de proporciones desconocidas.

El polvo se despejó y las luces brillaron en el cielo a través del espacio. Y todo quedó en silencio una vez más en el frente del oeste medio.

Traducido por Luu 

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Biting Cold - Capítulo V


CAPÍTULO CINCO

GNOMO DULCE GNOMO

Apenas podía formar las palabras. “Eres un—eres un—”

“Gnomo, sí. Claramente. Obviamente.” Suspiró con evidente irritación. “Vamos.”

“¿Ir a dónde, exactamente?” Preguntó Ethan.

El gnomo puso los ojos en blanco y dejó caer los hombros dramáticamente. Están aquí para encargarse de la bruja. Nosotros estamos aquí para encargarnos de la bruja. Y la bruja está claramente gestando algo, por lo que tenemos que tomar nuestras pociones y prepararnos para patear su trasero.”

Okey, el gnomo tenía la boca sucia. Lo cual era una extraña yuxtaposición.

“Espera,” dijo Ethan levantando una mano. “¿Paige te hizo ayudarla a proteger el libro?”

Con la boca curvada por la ira, el gnomo se tambaleó hacia delante y pateó a Ethan en la espinilla.

Ethan soltó una maldición, pero se lo merecía.

“Nadie me obligó, chupa sangre. Soy lo que soy. Ayudamos a Paige sólo porque no queremos que el mundo enloquezca completamente, sólo porque una hechicera engreída de Chicago no puede controlase. En verdad no me gustan las hechiceras; no me entienden. Al igual que los vampiros.” Luego murmuró algo sobre los vampiros, arrogancia y sobre nosotros siendo “básicamente, enormes mosquitos.”

“Bien,” dije, “calmémonos todos.” Bajé la vista hacia el gnomo. “Lamento la confusión. No teníamos ni idea de que estabas trabajando con Paige. ¿Cómo es tu nombre?”

Entrecerró un ojo y me miró, calibrando mi confiabilidad. “Mi nombre es Tood.”

No era el tipo de nombre que habría esperado en un gnomo, pero de todos modos estaba bien. “Todd, yo soy Merit, y este es Ethan.”

“Un placer conocerlos. Ahora que somos todos amigos, probablemente deberíamos lidiar con ello.”

“¿Con qué?” preguntó Ethan.

Todd señaló al otro lado del prado. Las nubes esparcidas por encima del campo se habían vuelto azules, y estaban girando con una velocidad que no era natural.

Una vez bromeé con Jonah que encontraríamos la fuente del drama mágico de la ciudad cuando encontráramos el gigante tornado succionador. Debía estar en lo cierto.

“¿Ahora también controla el clima?” Pregunté en voz alta.

“No es un tornado real.” Dijo Todd. “Es magia.”

Magia visible, igual a la que podía hacer Tate, lo cual no me hacía sentir mejor. Ethan se estremeció apretando los puños mientras, suponía, se oponía a Mallory mentalmente.

“¿Estás bien?” Le pregunté.

“Sobreviviré,” dijo, pero a medida que un fuerte viento que olía a humo y azufre comenzó a extenderse por el campo, no estuve totalmente segura de que fuera a estar bien por mucho tiempo. 


Bajé la vista y miré a nuestro nuevo aliado. “¿Cuál es el plan, Todd?”

Todd acomodó su pequeño sombrero cónico. “Detenemos esto. La superamos en número.”

Su confianza era sorprendente… y no del todo creíble. No podía imaginar que los tres fuéramos a ser un gran rival para una mujer que tenía el poder de mover el cielo y la tierra.

“El que seamos tres contra uno no nos da muchas chances,” dije.

Todd rió sin alegría. “No, pero esos no son los números, tampoco. ¿Chicos?”

El suelo del bosque estalló en una alfombra de gnomos. Surgieron de huecos en los árboles y lo que parecían madrigueras en el suelo, y se dispersaron a nuestro alrededor, probablemente unos cien en total, todos en sus uniformes de colores primarios y sombreros blancos, sus barbas largas llegando casi hasta sus cinturones. El suelo parecía una sobreabastecida sección de accesorios de jardín de una tienda.

Todd puso los dedos entre los labios e hizo un silbido que me perforó los tímpanos. Al igual que las tropas firmes ante una bandera, se reunieron todos.

“La bruja casi está aquí,” dijo, “y sabemos qué es lo que está buscando.”

Todos asintieron, y se produjeron susurros de “el libro” a través del mar de gnomos.

“A través del bosque y el arroyo está la puerta del silo,” dijo Todd. “Ella no debe alcanzarla y tampoco llegar al libro. No debe cruzar el arroyo. No podemos permitirlo, o el mal se extenderá otra vez.”

Todd señaló al gnomo que llevaba puesto un particular par de chillones pantalones a cuadros. “Keith, encárgate del flanco izquierdo. Mort, lleva a tu grupo a la derecha. Frank cruzará el arroyo y mantendrá un ojo en la retaguardia, yo llevaré a mis tropas al frente.”

Las órdenes dadas, Todd comenzó a discutir estrategias específicas con su gente. Era una cosa magnífica de observar, me avergonzaba haber dudado de él y haber asumido que era menos que un soldado por su estatura. Distribuyó sus tropas con el aplomo de un general experimentado y la destreza de un táctico experto.

Desafortunadamente, ni siquiera Todd estaba completamente seguro de qué haría Mallory—y yo tampoco lo estaba. Sabía que haría un hechizo, y sabía que lanzaría esferas de magia que dolían como el demonio cuando hacían contacto. (Solía esquivar las esferas de Catcher como entrenamiento). Todos sabíamos lo que quería, y sabíamos que haría lo que fuera por conseguirlo, sin importar cuántas personas tuviera que herir en el camino.

Cuando los gnomos comenzaron a tomar sus posiciones, miré a Todd. “¿Qué quieres que hagamos?”

“¿Qué pueden hacer?” Sonaba como si no fuera a estar sorprendido por mi respuesta.

Golpeé el mango de la espada. “Ambos somos buenos con el acero. Además, la conozco. Puedo servir como distracción.”

“¿Cómo es eso?”

Miré a mi alrededor. “Si la misión es mantenerla en este lado del bosque, tal vez pueda distraerla para que tus tropas la rodeen. Podría ayudarlos a conseguir una mejor posición.”

“Esa no es una idea horrible,” dijo Todd, pero Ethan no estaba de acuerdo.

“No serás la carnada,” rechinó.

No había pensado en ello en esos términos, pero probablemente no estaba tan equivocado. Sabía que lo decía para protegerme, pero mi seguridad estaba en segundo lugar. Nuestra primera—y única—prioridad era mantener a Mallory apartada del Maleficio.

Me enfrenté a Ethan. “Todavía soy Centinela de la Casa Cadogan,” le recordé. “Haré lo que sea necesario para mantenerte a salvo.”

“Merit—”

“Ethan,” interrumpí en voz baja pero severa. “Tengo que hacerlo, y lo sabes. No puedo apartarme y dejar que otras personas luchen esta batalla por mí. Tengo más honor que eso. No me hubieras nombrado Centinela si no fuera así.” Pero, ¿era honorable? Estaba planeando emboscar a mi mejor amiga. Obviamente quería estrangularla y gritarle pero no lastimarla.

“¿Cómo van a detenerla exactamente?” Le pregunté a Todd.

“Somos gnomos,” contestó. “Guerreros habilidosos.”

“¿Pueden no matarla? ¿Por favor?”

Todd me miró parpadeando, esa simple acción era una muestra de cuán estúpido pensaba que era eso. “Somos gnomos, no humanos.” Lanzó una mirada a la espada a mi lado. “Nuestra meta es mantenerla lejos del silo, no vencerla. Si la superamos, no tendrá más opción que someterse a nuestra voluntad. Es una regla del combate civilizado.”

Podría ser una regla del combate civilizado, pero dudaba seriamente que Mallory hubiera tomado clases de eso.

Con nuestros roles decididos, Todd se unió a sus tropas, y comenzaron a tomar posiciones. Su partida nos dejó a Ethan y a mí a solas. Me tomó un momento de valentía el darme vuelta para enfrentarlo. No le había dado precisamente la oportunidad de elegir su papel. Fue casi tan malo como lo esperaba. Sus ojos estaban de un verde vidrioso y la magia salía de su cuerpo en olas furiosas. Sabía que no estaba enojado conmigo, no realmente. Tenía miedo. Miedo de que saliera lastimada, o de que me sacrificara para salvar a Mallory. No podía eliminar esos miedos, y no podía evitar la violencia que era probable que se produjera, pero tal vez le podía recordar que había sido él quien me había preparado para esto.

“Sabes, tú me entrenaste para ser Centinela. Para ser una guerrera. En algún momento tendrás que confiar, creer que estaba prestando atención.” Mi tono era alegre y ese era precisamente el camino equivocado.

Agarró mi brazo—fuerte. Y en sus ojos hubo una repentina tormenta de miedo y rabia. “No te sacrificarás por ella.”

No vi venir la furia repentina. ¿Esto se trataba de Mallory? ¿El desbordamiento de magia?

El brazo me dolía bajo sus dedos. “No tengo intención de hacer eso,” le aseguré, moviendo el brazo para liberarme. Pero no se movió. Sus dedos apretaron.

“Distráela si eso es lo que tienes que hacer, pero deja que ellos acaben con ella. Esta no es tu pelea. Es la de ella, y ya tiene cosas más que suficientes por las que responder como para agregarle tu nombre a la lista.”

“Tendré cuidado,” prometí. “Ahora relájate y suelta mi brazo. Me estás lastimando.”

Sus ojos se agrandaron, se quedó inmóvil, luego retiró su mano y me miró fijamente con horror en sus ojos. “Mi Dios, perdóname. Perdón.”

Me froté el brazo distraídamente.

Me miró y abrió la boca para hablar, pero era demasiado tarde para más palabras.

“El águila ha aterrizado,” gritó uno de los gnomos.

Era como algo salido de El mago de Oz. De las nubes arremolinadas cayó una gigantesca y brillante esfera tan grande como un auto compacto. Giró y se convirtió en un rayo de luz y al igual que una buena bruja, Mallory entró en el Medio Oeste.

Pero en esta historia no había rizos de peluquería, una varita mágica o un vestido brillante. De hecho, apenas la reconocía. Lucía horrible, y por horrible me refiero a una adicta en abstinencia. No sabía que había hecho la Orden o por lo que había pasado desde que se había ido, pero lucía incluso peor que la última vez que la había visto. Más delgada y más triste. Su cabello, una vez azul, había perdido su color y su brillo, y colgaba rubio y sin gracia sobre sus hombros. Había círculos oscuros bajo sus ojos y sus mejillas estaban ahuecadas.

Pero su apariencia no perturbó a los gnomos. Sólo les tomó un momento lanzar su ataque. A medida que las vacas se dispersaban al otro lado del campo, ellos revelaron largos arcos de madera y comenzaron a bañar a Mallory con una lluvia de flechas emplumadas. Me encogí compadeciéndome de ella pero no debería haberme molestado. Podría no lucir de la mejor manera, pero la chica tenía habilidades innegables. Lanzó una lluvia de chispas mágicas que al hacer contacto con las flechas las incineraron. El lugar brilló como el 4 de julio…si se conmemorara la batalla contra una bruja egoísta.

Eché un vistazo a nuestras espaldas. ¿Dónde estaba Paige? En resumidas cuentas, esta era su batalla. A estas alturas debería estar aquí afuera contraatacando con la magia que nosotros no teníamos.

Otra unidad de gnomos avanzó, levantando una red de vides escondida bajo los pies de Mallory. La levantó del suelo, pero se recuperó rápidamente destruyendo la red en minúsculos pedazos. La red se deshizo y la soltó dejándola aterrizar con un golpe sordo.

Lucía furiosa.

El aspecto de Mallory me había sorprendido, pero esa emoción palidecía en comparación con el shock que sentí al ver lo que hizo a continuación. Sin ninguna advertencia y sin ningún indicio aparente de remordimiento, lanzó una esfera de magia que azotó a los gnomos como si fueran muñecas de trapo. Golpearon el suelo, obviamente inconscientes, si no algo peor.

Y no le bastó con una. Lanzó esfera tras esfera hasta que hubo despejado un círculo de veinte pies de diámetros a su alrededor.

Era el momento de ir a por todas. Miré a Ethan quien asintió.

Con espadas en nuestras manos, salimos de los árboles y nos preparamos para la batalla.

“¡Mallory Carmichael!” Grité. “¡Detén esto ahora!”

Puso los ojos en blanco con la arrogancia de una adolescente sádica. “Vete Merit, o tráeme el Maleficio y nos podremos ir juntas como una gran familia feliz. Sé que no quieres que nadie salga lastimado”.

Ella estaba en lo cierto, pero darle el libro no salvaría la vida de nadie realmente. Ya había lanzado a un lado una decena de gnomos como si no fueran más que hojas caídas.  

Por otra parte, si quería que le entregara el Maleficio, tal vez no estaba completamente segura de dónde estaba. Podía trabajar con eso. Me detuve, dándoles el tiempo a los gnomos de reagruparse un poco. “Liberar el mal no te arreglará. Has puesto a los supernaturales y a los humanos en peligro, causaste estragos en Chicago, y estás fuera de la Orden. Detén esto así podremos regresar a nuestras vidas.”

“Sabes que no puedo hacerlo”, dijo y allí fue cuando pude verlo—el arrepentimiento en sus ojos. Ella sabía que lo que estaba haciendo estaba mal, pero lo hacía de todas formas. Lo hacía a pesar del daño que había causado y que seguiría causando.

“Este libro no ayudará en nada,” supliqué. “Sólo empeorará las cosas.”

“¿De verdad? Te ayudó a ti. Tienes a Ethan otra vez.”

Estaba en lo cierto y equivocada al mismo tiempo. “Estoy feliz de que haya regresado, pero no lo hiciste por mi, no lo hiciste por él. Lo usaste para conseguir lo que querías—y me usaste a mí para sacar sus cenizas de la Casa. Si él pensara que el costo de regresar era la destrucción de la ciudad, ni siquiera él hubiera pagado ese precio”.

“No seas dramática”.

“¿No debería ser dramática? No soy la que ha aterrizado en Nebraska para robar algo que no le pertenece”.

“¿Tienes idea de lo que estoy sufriendo? ¿De lo que estoy sintiendo? ¡Duele, Merit! Físicamente. Mentalmente. Emocionalmente. La única cosa que lo aliviará es el equilibrar la magia del mundo.”

Podía ver el dolor grabado en su rostro. Y al enfrentar su dolor, Ethan gritó y cayó de rodillas, agarrándose la cabeza.

Estaban conectados. Atados de algún modo como resultado de su magia y no había nada que pudiera hacer para detenerlo. Mi corazón se salteó un latido al observarlo allí sufriendo y sabiendo que no podía intervenir. Pero podía ser valiente y podía enfrentarla, por lo que avancé.

“Esto termina ahora, Mallory.” Caminé, con la katana lista. “Para conseguir el Maleficio tendrás que pasar sobre mi cadáver.”

Miró a Ethan, y pensé por un segundo que finalmente había conseguido llegar a ella, que de verdad estaba considerando las consecuencias e implicaciones de sus acciones.

Pero evidentemente estaba equivocada. No estaba mirando a Ethan… estaba mirando a Keith, el gnomo con los horribles pantalones escoceses.

Hizo otra bola de magia y luego se la lanzó. Él gritó cuando la magia lo golpeó pero luego se congeló por un momento.

Mientras todos mirábamos horrorizados nos dimos cuenta que Mallory no tenía intención de matarlo, ni siquiera aturdirlo.

Ella quería cambiarlo.

Keith comenzó a estirarse y expandirse. Sus hombros se ensancharon y sus brazos volvieron del tamaño de la rama de un árbol. Su torso se triplicó y sus piernas se alargaron hasta que su cabeza se elevó por encima de nosotros en proporciones espantosas. Pasó de ser un sonriente gnomo de dos pies de altura a ser una bestia de veinte pies de altura. Me miró y sonrió amenazadoramente con sus dientes del tamaño de fichas de dominó, y no era una sonrisa agradable. Mal no sólo lo había hecho más grande; lo había hecho más malo.
“Oh, esto simplemente está mal,” murmuré.

Me tragué el miedo, adopté una postura defensiva y levanté la espada, preparada para la pelea.

Keith se tambaleó hacia mí, con las manos extendidas como si quisiera levantarme del suelo. Los gnomos podrían ser vivaces en su tamaño original, pero estirados como masilla eran bastante torpes. Por supuesto, pesaba mucho más.

Me sentí triste por atacarlo; no era su culpa que Mallory lo hubiera convertido en un monstruo. Así que intenté otras tácticas. Correr a su alrededor y evitarlo no requería mucho esfuerzo. Aunque estaba segura de que la escena era cómica—un vampiro con una espada desenvainada siendo perseguida en el campo por un gnomo de jardín de veinte pies de altura—esperaba poder dejarlo fuera de combate antes de que pudiera hacer cualquier daño real.

Todd era un poco más optimista.

“¡Keith, para!” Todd corrió frente a él, levantando los brazos. “Déjate de tonterías, hombre. La chica está de tu lado. No quieres lastimarla.”

En ese instante perdoné a Todd por la patada en la espinilla. Pero si quedaba algo de Keith que recordara a Todd o cualquier cosa de la vida antes de Mallory, no podía verlo. Sus ojos—enormes y bajo la sombra de su gigante gorra blanca—estaban vacíos. No sólo aturdidos, sino que estaban completamente desprovistos de emoción, recuerdo o inteligencia alguna.

Pobre Keith.

Y maldita Mallory.

Incluso si la traíamos de regreso, no estaba segura de que algún día pudiera olvidar, o perdonar lo que estaba dispuesta a hacer para conseguir lo que quería. Pero ese problema significaba que debíamos sobrevivir para traerla de regreso, así que primero es lo primero…

Keith golpeó a Todd, haciéndolo caer. Contuve la respiración, pero luego de un momento se sentó y le hizo una seña a los gnomos, quienes llevaron a cabo otro ataque, pero esta vez iba dirigido a uno de los suyos.

Mientras ayudaba a Todd a ponerse de pie otra vez, los gnomos salpicaron a Keith con rocas y con las flechas restantes, pero Keith era lo suficientemente grande para pasar por alto los pocos aguijones que lo alcanzaron. Aulló cuando una flecha le dio en la espinilla, tirando de ella hacia fuera y lanzándola al suelo, para luego pisotear tratando de alcanzar al gnomo que había tenido el tiro afortunado.

El campo de batalla quedó en silencio por un momento, y los ojos de Todd se volvieron fríos. Me miró.

“Se ha ido,” dijo Todd. “Tal vez si lo dejamos inconsciente, la magia pueda arreglarlo.”

“No desperdicié el tiempo discutiendo. Corrí hacia el medio del campo, donde Keith estaba lanzando tierra—y cosas que probablemente no fueran sólo suciedad—a los gnomos a su alrededor.

“¡Keith!” Grité, enfrentándolo con la espada extendida.

Me miró, luego tropezó en mi dirección.

“Lo siento,” murmuré y cuando bajó una mano carnosa para tirarme, la corté con la katana. Le di en la parte de atrás de la mano. La sangre salpicó el suelo, y Keith gritó del dolor, un horrible sonido que probablemente despertó a los pocos granjeros que todavía no habían sido despertados por el gigante gnomo de jardín que estaba tambaleándose por el terreno del vecino.  

Me detuve un instante al ver la sangre, temerosa de ser alcanzada por la necesidad de sangre. Pero no había nada remotamente apetecible en su olor. Olía a tierra—no suciedad, sino a humedad y minerales. No un olor completamente malo, pero nada que quisiera beber.

No es que Keith me fuera a dar la oportunidad de hacerlo.

Con sus monstruosos dientes a la vista, intentó atacar en la otra dirección. Golpeé el suelo para evitar su palma, pero no fue lo suficientemente rápido para evitar sus dedos. Me golpearon como los troncos de un árbol, lanzándome a unos tres metros. Aterricé boca abajo, con un rebote que hizo eco a través de mi cuerpo e irradió dolor a través de mis extremidades.

No había tiempo para descansar. La tierra se sacudía a medida que Keith se acercaba. Hice una mueca por la puñalada de dolor de mis costillas—otra costilla rota, supuse—y me levanté lentamente.

Un manojo de gnomos vino en mi defensa, pero se quedaron cortos de armas rápidamente. Keith los apartó como si fueran mosquitos molestos, luego volvió su mirada a mí.

Saltó hacia mí. Ignorando el dolor, agarré la katana con las dos manos y se la clavé en un pie. Aulló de dolor. Cuando se inclinó para tocar la herida, aparté la espada y corrí entre sus piernas.

Antes de que pudiera orientarse, y antes de que pudiera pensármelo mejor, salté sobre su espalda y me apresuré hacia arriba. Mi peso lo distrajo del dolor y él se estiró y torció de un lado a otro, tratando de tirarme.
Era como el paseo más extraño de un parque de diversiones…pero todas las cosas buenas tienen un final.

La costilla rota endureció mi corazón contra la violencia, salté sobre sus hombros, acomodé la espada y golpeé con el mango de la espada un punto detrás de su oreja.

Fuerte.

Keith se congeló, luego comenzó a caer hacia la tierra. Salté lejos, rodando por el suelo mientras él golpeaba la tierra como un árbol caído.

La noche se quedó en silencio por un momento.

Aparté el cabello de mi cara y me puse de pie una vez más, mirando a mi alrededor hasta que encontré a Mallory. Estaba de pie cerca, tenía una repentina expresión de horror, su mirada estaba en el gnomo gigante en el suelo.

Estaba inconsciente.

Limpié el barro de la katana en mis pantalones y caminé hacia ella, deteniéndome a tres metros de distancia.

“¿Quieres crear algún otro siervo, o estas lista para enfrentarme tu sola?”

Cuando no contestó, me acerqué.

“Somos sólo tú y yo.” Dije a unas pulgadas de distancia. “¿Estás lista para eso? ¿Estás lista para matarme para conseguir lo que quieres?” cambié la espada de mano, esperando poder intimidarla lo suficiente para bajar la guardia.

“No te tengo miedo”.

“Eso es gracioso, porque yo sí te tengo miedo. Tengo miedo de en quien te has convertido y en lo que te convertirás si terminas esto del modo en que quieres. Tengo miedo de que nunca regreses.”

“No tengo miedo,” repitió, pero había miedo en sus ojos. Por mucho que quisiera el Maleficio—por mucho que creyera que lo necesitaba—estaba asustada.

Bien. Tal vez la Orden había conseguido meter un poco de sentido común en su cabeza en esas pocas horas antes de que escapara.

Creyendo que estaba progresando, continué presionando. “Mira lo que has hecho. Has herido a personas, Mallory, por un hechizo que crees que hará tu vida mejor. Pero si eso fuera cierto, ¿no lo habrían hecho ya los hechiceros?”
“Ellos no entienden.”

“Entonces hazlos entender. Pero con palabras, no poniendo sus vidas de cabeza.”

No hubo respuesta.

“Por favor,” dije en voz baja. “Ven a casa conmigo. Podrás ver a Catcher y hablar con la Orden. Podemos tratar de regresarte al camino. Sé que será difícil, pero puedes lograrlo. Te conozco. Sé quien eres y qué hay en tu corazón.”

Silencio. Por un momento pensé que la tenía. Creí que podría haberla convencido de renunciar a su búsqueda equivocada de paz mental para que volviera conmigo a Chicago. 

Pero no estaba destinado a suceder. Levantó la vista repentinamente, como un ciervo oliendo a un depredador en el bosque, luego me miró.

“Esto no ha terminado,” dijo para desaparecer en una luz azul que ella misma hizo. 

Traducido por Luu

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Biting Cold - Capítulo IV


CAPÍTULO CUATRO

EN LO PROFUNDO

Cuando desperté la cama estaba vacía y las sábanas frías. Por un horrible momento pensé que su regreso había sido un sueño, una cruel invención de mi imaginación.

Pero la puerta de la habitación se abrió y Ethan entró con una taza en una mano y una cesta pequeña en la otra. Me miró y sonrió. “Sí que dormiste.”

Crucé las piernas y tiré hacia atrás mi cabello. “Debo haber necesitado el descanso.”

“Tus moretones se han ido pero estás pálida.”

Confesé. “No creo que haya dormido muy bien. Todavía tengo miedo de dejarte fuera de mi vista.”

“¿Porque podría desaparecer?”

Asentí.

“Desaparecer no tiene gracia,” dijo Ethan. “Realmente, la estaca vale la pena únicamente si me acierta. Para salvarte la vida dos veces,” agregó, por las dudas de que no recordara que me había convertido en vampiro y que había saltado frente a una estaca para salvarme.

Como si cualquiera de las dos cosas fuera algo que podría olvidad fácilmente.

Puse los ojos en blanco. “Te doy una semana para usar lo de la estaca en mi contra y luego se terminó.”

Sonrió satisfecho. “No demoraré una semana, Centinela.”

No me molesté en preguntar que estaba tratando de conseguir.

“Pero por ahora tenemos asuntos que atender y prefiero tenerte sin distracciones cuando llegue el momento”.

Sus ojos se volvieron plateados antes de volver al verde esmeralda otra vez. Un rayo de deseo se disparó a través de mi cuerpo, provocando piel de gallina en mis brazos y liberando magia al aire.
Ambos estábamos tensos, con nuestra reunión física claramente en mente, pero dejada al final de nuestras agendas debido a los, como él mismo dijo, asuntos pendientes.

Los asuntos de Mallory.

Cuando todo estuviera dicho y hecho—y Dios quiera que así sea—iba a patear su trasero por interrumpir mi tiempo con él, incluso aunque estuviera en deuda con ella por traerlo de regreso.

Ethan se sentó en el borde de la cama y me entregó la taza—la cual estaba hasta rebosar de sangre tibia—y la cesta. mi estómago gruñó amenazadoramente, y no perdí tiempo en beber la sangre mientras Ethan revolvía su bolsa.

Cuando la taza estuvo vacía, miré la cesta. Habían cuatro bizcochos dentro: de semillas, de arándanos; uno relleno con trozos de fruta, nueces y zanahorias; y uno de chocolate salpicado con trozos de chocolate blanco y negro.

Era una decisión fácil.

“¿Paige cocina?” Pregunté, tomando el bizcocho de chocolate de la cesta. Todavía estaba tibio.

“El Maleficio está generalmente en otro lado,” dijo Ethan. “Y, citándola, sólo hay unas cuántas actas de reuniones para transcribir. Aparentemente tiene tiempo. ¿Está rico?”

Me miró y yo ya estaba lamiendo el chocolate de mis dedos. “Tomaré eso como un sí. No pierdes el tiempo.”

“No cuando hay chocolate a riesgo de estaca.” Hice una mueca. “Lo siento. Probablemente debería borrar esa frase de mi vocabulario.”

“No lo hagas por mí,” río y agarró el bizcocho de arándanos.

“Sabes, alimentarme no es parte de tu trabajo. Soy perfectamente capaz de manejar mis propias comidas.”

Arqueó una ceja cuestionándome.

“Lo soy,” remarqué.

“No en el grado necesario para mantenerte saludable y ser capaz de manejar asuntos como este. Antes de que esto termine, estoy seguro que necesitarás cada onza de tu fuerza y todo el valor que hay en esa cabecita obstinada que tienes. Asegurarme de que estés bien alimentada lo hace más posible y hace que mi vida sea más fácil.”
Quise discutir con él pero no pude. Obviamente el hecho de que me hubiera analizado y encontrado un defecto era irritante. No quería que fuera consciente de que tenía defectos y mucho menos que me los señalara. Pero también era reconfortante. En vez de anotar el problema en su columna mental de “banderas rojas” había encontrado un modo de lidiar con él.

Qué cosa tan extraña y magnífica.

Terminó su propio bizcocho, luego me miró. “¿Qué?”

“Nada,” dije agarrando el bizcocho número dos.

Cuando la sangre y los bizcochos hubieron desaparecido, nos preparamos para la posibilidad de una batalla. No podíamos saber, por supuesto, si Mallory o Tate elegirían esta noche, mañana o en una semana a partir de ahora para buscar el Maleficio, pero ambos parecían lo suficientemente impacientes para forzar la situación más temprano que tarde.

Comprobé la hoja de la katana, asegurándome que el acero estuviera limpio y listo para la acción, luego me puse los pantalones de cuero de batalla, una camisa de manga larga para protegerme del frío y la chaqueta de cuero. Las prendas de cuero eran, irónicamente, regalos de Mallory de mi último cumpleaños. Parecía apropiado y triste que tomara las armas en su contra una vez más esta noche.

Cuando estuve lista, observé a Ethan vestirse—jeans y una chaqueta de cuero cubriendo su largo y delgado cuerpo—y recordé mi lista actual de cosas a hacer:

1. Detener a Mallory.
2. Detener a Tate.
3. Regresar lo más rápido possible a Chicago.
4. Ver a Ethan desnudo en circunstancias más propicias.
5. Repetir infinitas veces.

Las tareas cuatro y cinco eran, al igual que Ethan, seductoras. Pero por ahora, teníamos a una hechicera y algo más con lo que lidiar, así que me abroché la katana. Creyendo que estábamos listos para bajar, puse la mano en el picaporte pero Ethan me detuvo.

“Merit.”

Miré hacia atrás, las cejas arqueadas de forma interrogativa.

Avanzó tan rápido como un gato, se detuvo a escasos centímetros de mí y me miró con sus intensos ojos esmeralda.

Incluso vestido con jeans y chaqueta era tan hermoso, este guerrero rubio, con ferocidad en sus ojos y una espada a su lado.

“Ten cuidado.”

“¿Con qué?”

“Con esta misión.”

“Tanto como me sea posible,” prometí.

Mi tono era alegre, pero eso no fue suficiente para él. Puso una mano en mi brazo. “¿Y si representa una amenaza para ti?”

Lo miré, mi corazón desbocado repentinamente.

“Puede que sea una amenaza,” dijo Ethan. “Mallory ha realizado y realizará de nuevo magia que no tiene más propósito que herir a otros, incluyéndote a ti.”

La ferocidad en sus ojos hizo que se me formara un nudo en el estómago. Su actitud protectora era emocionante, pero me temía que no auguraba nada bueno para Mal.

“Si todo se reduce a ella o a ti…”

Guardé silencio por un momento. “¿Qué?”

No terminó la oración; no era necesario. Me estaba advirtiendo, disculpándose por lo que haría si—cuando—entrara en nuestras vidas otra vez. Pero yo no quería tener esta conversación.

“Es mi mejor amiga. Es prácticamente mi hermana.”

“Y te dejó inconsciente con su magia. Trató de destruir la tercer ciudad más grande del país, y trató de convertirme en su sirviente porque cree que liberar la maldad en el mundo es lo correcto”.

Me tragué el miedo y un repentino y fiero rayo de rabia hacia Mallory y me obligué a enfrentarlo. “No puedo dejar que la lastimes, Ethan.”

Su mirada se volvió fiera, y me levantó la barbilla con un dedo y pulgar. “Sé que la quieres. No lo dudo. Pero si todo se reduce a elegir entre ella y vos, ya tomé una decisión.”

“Ethan—”

“No,” sus verdes ojos cristalinos perforándome. “Tú eres mi elección. Ya te lo dije antes—eres mía, por sangre y hueso. No dejaré que ella se interponga, sin importar cuán enferma esté.”

Tal vez debido al pánico en mis ojos, su expresión se suavizó.

“No lo deseo,” dijo. “No quiero que todo se reduzca a eso. Pero ya tomé una decisión. Y así será.”

“No estamos haciendo esto para castigarla,” le recordé. “Esta es una misión de rescate. La encontraremos, la llevaremos a casa, sana y salva. Los tres sanos y salvos. Ella te trajo de regreso a mí, Ethan. No puedo perdonarla por lo que ha hecho, pero tampoco puedo olvidar eso.”

Me envolvió en sus brazos, y llevó su boca a la mía tan repentinamente que me dejó sin aliento. Luego tomó mi rostro entre sus manos y me besó con una insistencia que no dejó lugar a dudas de qué era yo para él.

Comenzamos como enemigos, Ethan y yo. Salvó mi vida pero no era capaz de aceptarme por quien era—ni yo a él.

Crecimos como colegas pero luchamos contra la atracción que sentíamos por el otro.

Y cuando estuve lista para ceder ante sus insinuaciones, dejó que el miedo tomara el control.

Dio su vida por mí y finalmente acepté la profundidad de mis sentimientos hacia él.

Y gracias a un milagro—un milagro realizado por una chica de pelo azul en su intento de destruir el mundo—regresó… y ella todavía era un obstáculo entre nosotros.

La voz de Paige resonó por las escaleras. “¡Estoy lista si ustedes lo están!”

Ethan retrocedió y frotó una mano por su barbilla. “Deberíamos bajar”.

Asentí en respuesta, sin saber cómo volver a empezar.

La preocupación pesaba en mi corazón. Nos reunimos con Paige en el primer piso. Lucía lista para trabajar en unos pantalones gruesos, botas negras y un corto abrigo a cuadros, con un gorro y orejeras a juego, sus rizos rojos brillando bajo él. Podría encontrarse sola aquí, pero esta chica se tomaba su trabajo muy enserio.

La seguimos fuera en el fresco aire otoñal. Era una hermosa noche para ser fines de noviembre, el aire era lo suficientemente frío como para ser refrescante en vez de entumecedor. Paige nos guió alrededor de la granja hasta el campo detrás de la misma, donde el césped era corto y amarillento. La luna brillaba alta y blanca en el cielo.

“Dime, Paige,” dije, “si eres la única aquí, ¿cómo mantienes un ojo en todo?”

“Tengo amigos. Puede que la pradera no tenga otros hechiceros, pero eso no significa que no haya supernaturales. También tengo pociones. ¿Has oído hablar del té de sueño? Yo inventé lo opuesto—un energizante mágico. Lo llamo el té despertador. Me da la energía para mantener un ojo en todo.”

“¿Era eso lo que estabas tomando antes?”

“No. Ese era un verdadero té del suelo. Me tomé el día libre ya que ustedes estaban aquí, también. Me hace sentir mejor el tener a alguien más en la casa, aunque estén inconscientes. Es la primera vez que he dormido en días.”

Me sorprendía que luciera tan bien con tan pocas horas de sueño. En cambio yo luciría como víctima de una plaga en un mal día de cabello. “Luces fantástica.”

“No todos somos vampiros con cutis eternamente jóvenes. Hacemos lo que podemos. Algunas veces lo hacemos con magia.”

Paige nos condujo por un camino trillado a través de un pequeño pastizal y por la apertura de una valla dividida en dos. El siguiente campo estaba surcado, los maizales se amontonaban a través del campo.

“¿Cultivas maíz?” Preguntó Ethan.

“Para mantener las apariencias,” dijo Paige. “Esta es la entrada al silo”. En el medio del campo, el cual tenía que tener trescientas yardas de largo, había un pequeño cubo de concreto. “Las puertas de la bodega están ocultas bajo la capa superficial del suelo.”

“Claramente la Orden eligió un lugar difícil de acceder,” dijo Ethan.

“Las fuerzas armadas lo eligieron primero. Estamos en el medio del campo,” dijo Paige. “Era el lugar ideal para la defensa de misiles, si quieres protegerte de forma máxima del enemigo.”

Caminamos por el suelo congelado hasta la entrada del silo, el cual no parecía ser más que una caja de concreto con una puerta de utilidad. Paige la abrió, revelando una pequeña plataforma de metal.

“Suban a bordo,” dijo Paige sacándose el gorro y dejando al descubierto una maraña de bucles rojos. El búnker está a treinta dos pies de profundidad. La plataforma está en un elevador de carga que nos llevará al fondo.”

La “plataforma” consistía en una plancha de metal corrugado—se podía ver directamente a través de ella—y unas barandillas.

Debajo nuestro sólo había oscuridad.

Paige se nos unió, luego apretó el botón rojo de una enorme caja de metal que colgaba a un lado de la barandilla. Lentamente y con un chirrido metálico, comenzamos a descender.

No era fan de los espacios oscuros y confinados. Podía sentir como mi pecho se estrechaba a medida que la claustrofobia se apoderaba de mí. La tenue luz que brillaba bajo nuestro no hacía mucho para disminuir la persistente sensación de perdición.

Luego de unos cuantos segundos, golpeamos el suelo. La plataforma se detuvo con una sacudida, revelado el final de un largo pasillo de hormigón.

“El sótano,” dijo Paige, “de accesorios de mujeres y prendas de punto.”

La seguimos fuera del elevador y dentro del pasillo, el cual estaba frío y en silencio a no ser por el zumbido constante de la maquinaria que no podíamos ver. El aire era cálido pero olía a humedad, como si el mismo aire hubiera sido reciclado desde que el silo fue construido. Las paredes eran de un brilloso verde pálido similar al de los hospitales y al de las oficinas anticuadas, y eran interrumpidas de forma intermitente por más puertas de utilería cerradas.

Paige las señaló a medida que las pasábamos. “Estos son los cuarteles. Cuando el silo estaba en funcionamiento, había personal las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. Habían al menos dos hombres todo el tiempo—y para aquel entonces sólo eran chicos.”

“Que el cielo impida que las mujeres lanzaran accidentalmente un misil conducido por el Síndrome Pre-Menstrual.” Bufé.

“Precisamente,” Paige acordó secamente. “Somos lo suficientemente fuertes para parir niños pero no somos dignas de confianza cuando la seguridad nacional está en riesgo.”

“¿El misil todavía está aquí?” Preguntó Ethan.

“No. Fue removido cuando el silo fue dado de baja. Pero los tubos todavía están. Y eso es lo que nos es de gran ayuda.”

El pasillo terminaba en una enorme puerta corrediza de concreto. Paige la empujó lateralmente por los rieles.

“Este es el silo,” dijo en voz baja y nos condujo dentro.

La habitación era enorme, un círculo de hormigón con agujeros cavernosos en el medio del suelo. Paneles con miles de botones pequeños estaban alineados en consolas a lo largo de las paredes junto a brillantes advertencias de no tocar los botones sin autorización.

Tuve que apretar los dedos para evitar presionarlos simplemente para ver que podría suceder.

¿Y el agujero donde estuvo una vez el misil? Era lo suficientemente grande que tuve problemas para calcular mentalmente la magnitud del mismo. Me quedé junto a la barandilla que unía la brecha y miré hacia abajo. El eje estaba bien iluminado y estaba bordeado por soportes de acero que suponía eran para soportar el misil.

“El propio silo es de ciento tres pies de alto,” dijo Paige, su voz resonando en la inmensidad del lugar.

“Y estamos a unos treinta pies de profundidad,” dijo Ethan, “lo que significa que hay unos setenta pies de agujero bajo nosotros.”

“Correcto. El concreto tiene tres metros de grosor a ambos lados. Es prácticamente impenetrable.”

“Es alucinante,” dijo Ethan, mirando fijamente el abismo.

Ella señaló una escalera de metal al otro lado del lugar. “Hay pisos arriba y abajo. Ellos tienen tanques y más controles operativos.”

“¿Y el Maleficio?”

Se acercó a la barandilla y apuntó hacia abajo. “Está en el fondo en un pedestal, irónicamente, sólo ustedes pueden verlo.”

Miré hacia abajo. Efectivamente, pude ver su cubierta roja de cuero.

No brillaba, no vibraba ni emitía una vibración extraña. Estaba simplemente allí, ocupándose de sus propios asuntos, manteniendo en su interior el poder de destruir una ciudad y una amistad.

“Es el punto más seguro de las instalaciones—se debe atravesar seis puertas de concreto para alcanzarlo, asumiendo que encuentres el camino hasta aquí. Este lugar es un laberinto.”

Era difícil llegar a menos que pudieras volar directamente hasta abajo y agarrarlo. Gracias a Dios que los hechiceros no usaban escobas, aunque la imagen de Mallory en unos puntiagudos zapatos negros de bruja montando un palo de escoba contribuyó en animarme.

“Has hecho un trabajo magistral en dificultar el acceso,” dijo Ethan.

“No sólo involucra mantener a las personas fuera,” dijo ella. “Sino que también significa mantener el mal dentro. El mundo solía ser un lugar más cruel. Los hechiceros que crearon el Maleficio pensaron que estaban resolviendo un problema creativamente—encerrar y aislar el mal y todo sería color de rosas. Como resultó ser, un libro mágico es bastante traicionero.”

“¿Filtración del mal?” Pregunté.

“Sip,” dijo Paige. “El mecanismo no es perfecto. Sólo es el mejor mecanismo que tenemos, por lo tanto vale la pena protegerlo.”

“Se entiende,” dijo Ethan.

Mi estómago eligió ese momento para rugir descortésmente. En el espacio cavernoso del silo de un misil, no era exactamente un sonido bajo.

Ethan sacudió la cabeza. Paige sonrió. “Volvamos arriba, comenzaré a preparar una verdadera comida para todos. Ustedes pueden explorar la propiedad, analizar la disposición del terreno. Es una gran superficie—un kilómetro cuadrado, y está delimitada por las carreteras en los cuatro lados, por lo que si llegan a la grava, han ido demasiado lejos.”

Ethan asintió. “Gracias. Tener una idea del lugar puede ser útil.”

De eso no había dudas, pensé. La pregunta era, ¿cuándo?

La plataforma nos llevó de regreso a la superficie. Paige se despidió, se puso la gorra una vez más, y volvió a cerrar la puerta una vez que estuvimos fuera. Se había comenzado a levantar el viento y el aire era más hostil. Me abroché la chaqueta.

Paige caminó en dirección a la casa, una silueta solitaria en la vacía oscuridad.

“Me pregunto si está siendo castigada por la Orden—siendo enviada aquí sola,” dije. “Tienen fama de castigar a sus miembros.” O en el caso de Catcher, de echarlos de una vez y para siempre.

Ethan puso las manos en sus caderas y observó el campo vacío.

“¿Cómo si esta fuera una isla de brujas inadaptadas?”

“Algo así, sí.”

“Paige parece tomarse su trabajo enserio. No parece del tipo que recibe un castigo. Desafortunadamente, incluso aunque estuviera fingiendo, no estoy seguro de que lo notáramos. Estoy comenzando a dudar de que haya un sólo hechicero o hechicera con vida capaz de decir la verdad entera sobre algo.”

“¿Un poco amargo?”

“Y con una buena razón,” respondió. “Catcher estaba en negación. Simon resultó ser un idiota. Mallory es adicta a algo que tiene el poder de destruirla, y Paige ha sido apostada aquí sola. Ni la Orden ni sus representantes me inspiran confianza en este momento”.

Señaló una hilera de árboles al otro lado del campo.

“No hay mucha visibilidad por allí, y eso me incomoda. Echemos un vistazo.”

Mientras avanzábamos hacia la arboleda, el sonido del movimiento del agua se hizo más fuerte, y el crujido de las cañas de maíz dio paso al crujido de hojas muertas.

La arboleda, tal vez de unos cincuenta metros de profundidad de cada lado, bordeaba un pequeño y rocoso arroyo que fluía a la distancia. Los árboles eran viejos y retorcidos y sus ramas negras se alzaban hacia el cielo iluminado por la luz de la luna.

El invierno se encontraba a poca distancia, y si el súbito frío mordaz era una señal, no sería uno agradable. El aire se había vuelto lo suficientemente helado para aspirar el aire de los pulmones y traer lágrimas a los ojos.

“Se está volviendo más frío”, dije.

Ethan asintió. Me tomó la mano y seguimos la corriente en la tranquila oscuridad, luego atravesamos los árboles hasta el borde de otro campo. Éste estaba limitado por una valla y tenía un montón de vacas dispersas.

“Creo que prefiero el bosque a los campos vacíos,” dije. “Los árboles de algún modo parecen más seguros.”

“Supongo,” dijo Ethan en voz baja. Dejó caer mi mano y se frotó las sienes.

“¿Otro dolor de cabeza?”

Asintió, luego tomó mi mano otra vez. Habíamos avanzado sólo unos cuantos pasos antes de que apartara su mano y comenzara a frotar las manos sobre sus brazos.

“Cristo todopoderoso,” dijo.

“¿Ethan?” Pregunté dudosa. Era evidente que sentía dolor, pero no tenía ni idea de cómo ayudarlo. Y cuando me miró, el miedo en sus ojos hizo que mi sangre se congelara.

“¿Es Tate otra vez?”

Sacudió la cabeza.

“¿Es por el accidente? ¿Te golpeaste la cabeza?”

Trató de alcanzar un árbol cercano y abrazarlo con un brazo.

“Me dijiste que la necesidad que siente Mallory por la magia negra era incómoda. Irritante.”

Asentí, el miedo apretujando mi pecho.

“Creo que siento la picazón debajo de la piel.”

Mis ojos se agrandaron. “¿Puedes sentir lo que está sintiendo?”

Cerró los ojos y apretó los puños contra su frente como si estuviera reteniendo un grito. “Es exasperante. Como fuego bajo mi piel. Como si las cosas estuvieran mal.”

“¿Cuándo comenzó?”

“Recién. Esta es la primera vez... que esto ha sucedido.”

Pero ¿era cierto? El renacimiento de Ethan no había sido unicornios y arcoíris al principio. Había logrado caminar a través del humo y del fuego de regreso a mí, sólo para colapsar unos minutos más tarde.

“A medio camino, colaspaste. Caíste justo después de que ella te volvió a la vida.”

“No recuerdo eso”, dijo él.

Pensé por un momento, buscando algún hecho que uniera lo que había pasado entonces con lo que estaba sintiendo ahora.

“Caminaste por el césped. Jonah te vio primero.”

“¿Dónde estaba Mallory?”

“Inconsciente. Catcher la puso a domrir.” Ella se había desmayado, y luego él también. Hice un esfuerzo para mantener la voz firme. “¿Crees que estés conectado a ella de algún modo?”
Sacudió la cabeza. “No lo sé. Si el hechizo del familiar hubiera sido completado, definitivamente lo estaría. Pero no logró terminarlo.”

“Tal vez lo que logró hacer fue suficiente,” dije y los miedos comenzaron a aporrear mi cerebro. Por favor, pedí en silencio, por favor, no dejes que lo convierta en un zombie.

Apretó los ojos y soltó un gruñido, su rostro desencajado. “Duele. Si esto es lo que está sintiendo, lo entiendo. Entiendo el dolor.”

Sentí una repentina simpatía hacia ella—no por lo que había hecho, sino por los demonios contra los que tuvo que lucar en el camino. Ellos no excusaban su comportamiento, pero si esto era lo que ella sentía, sin duda lo explicaba un poco: mejor destruir el mundo antes de volverte completamente loca.

“Pero tú no lastimarías a otras personas para liberarte de ello,” le recordé en voz baja. “¿Por qué lo estás sintiendo ahora? ¿Puedes saber si está molesta? ¿Enojada?”

Abrió los ojos otra vez, su rostro todavía contraído por el dolor. “Tal vez. No lo sé. Pero creo que está cerca.”

Puse la mano en el pomo de mi espada y me abrí en busca de cualquier rastro de magia en el aire. Pero no había nada. Si estaba cerca, no lo podía saber. “¿Sabes dónde?”

Ethan sacudió la cabeza. Podía ver que estaba luchando para mantener la compostura, pero no dejaría que se rindiera o sucumbiera a lo que sea que se había apoderado de Mallory. Y me di cuenta que si él no podía superarlo—un vampiro de cuatroscientos años de experiencia lidiando con magia—¿cómo podríamos si quiera pedírselo a ella?

Levanté su mentón de modo que se vio obligado a mirarme. Y cuando recordé todos los discursos que alguna vez me dio, todas las charlas motivacionales que tuvimos, y el hecho que nunca me dejó renunciar o detenerme cuando se trataba de un problema demasiado grande.

“Ethan Sullivan. Tienes cuatroscientos años, has muerto y resucitado dos veces. Eres más fuerte de lo que ella es. Lucha. No dejes que una hechicera egoísta te ponga de rodillas.” Trató apartar la vista, pero lo sostuve con fuerza, verdugones rojos comenzaron a aparecer bajo mis dedos. Había sido un vampiro por menos de un año, pero era fuerte. Bien podría demostrarlo por una buena causa.

Estaba funcionando: cuando su mirada encontró la mía otra vez, había furia allí. Sus ojos habían cambiado de verde esmeralda a plata fundida, y estaba claro que no estaba contento con mi intento de intervención.

“Cuida tu tono, Centinela.”

Imitándolo a la perfección, arqueé una sola ceja. “Tú cuida tu tono, Sullivan. No permitirás que una niña te debilite. No es una vampiro. No es una predadora. Es una bruja.”

Gruñó desde el fondo de su garganta. Se estaba enojando por lo que supe que estaba en el camino correcto. Sólo se trataba de recordarle quién era.

“Eres un vampiro,” repetí. “El predador entre depredadores. Criatura de las noches oscuras y las lunas llenas. Pero has aprendido a sobrevivir en ambientes urbanos. Has aprendido a bloquear las sensaciones que no nesesitas. Mallory es una de esas sensaciones. Los sentimientos no son tuyos—son de ella. Así que aguántante, y bloquéalos.”

Tembló al luchar por el control, tratando desesperadamente separar lo que sentía él de lo que sentía ella.

Noté el momento en que lo recuperó—sus ojos volvieron a ser esquirlas verdes.

“Gracias,” dijo en voz baja, inmóvil de manera inusual por el esfuerzo de mantenerla a raya.

“De nada.”

Nos miramos durante un momento y algo pasó entre nosotros. Algo nuevo. Por meses, era yo quien había tenido que ser consolada por otros, y ahora lo estaba consolando a él... al menos hasta que un dolor agudo subió desde mi espinilla.

“¡Ouch!” Grité, mirando hacia bajo instintivamente—y quedando en shock.

Allí, a mis pies, dando golpecitos con el pie de forma impaciente, estaba un brillante uniformado… bueno, lucía como un gnomo de jardín. Gorra blanca. Zapatos achaparrados. Barba larga. Pantalones rojos y camisa verde. Del tipo que ves en el patio trasero de una persona. A excepción del mal humor. Lo cual era evidente.

“Si ustedes dos terminaron con su mierda acaramelada,” dijo, “¿podemos ir al grano?”

“Bueno,” dijo Ethan con una ceja levantada hacia el hombre a nuestros pies. “No esperaba esto.”

Traducido por Luu

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